Esperanza
Así como a algunos les gusta dibujar flores o personas sonriendo, a Ibrahim le gustaba dibujar ideas, pintar sentimientos; quizás fuera porque eso era lo único que le quedaba, aparte de una barriga que dos por tres crujía de hambre. La 'guerra santa' había borrado las pocas sonrisas que quedaban, y los tanques israelíes aplastaron las escasas flores que sobrevivían al clima árido de Jerusalén.
Por aquel entonces Ibrahim andaba rondando los trece años; no obstante su corta edad, ya se había planteado más de una vez las mismas interrogantes, sin que nadie pudiera responderle. No le cabía en la cabeza que una ciudad cuna de dos religiones que encuentran en la paz y el amor al prójimo sus máximos propósitos, se autoconsumiera con guerras eternas y un odio fanático hacia quien no sea del mismo credo. Menos que menos le cerraba eso de “luchar por la paz”, algo tan incongruente como fornicar por la virginidad.
Así fue que se despertó una mañana decidido a dibujar la paz de la mejor manera posible. Buscó una buena pared donde plasmar su obra, y la encontró detrás de un almacén. Sacó sus crayolas y se puso a pintar.
- Ya está -se dijo satisfecho al rato contemplando su creación. Lentamente, un minusválido israelí se le acercó, y tras hacer una pausa le preguntó:
- ¿Puedo saber cómo se titula lo que pintaste ahí?
- “La paz”- contestó sin vacilar.
- Disculpame, pero ahí yo sólo veo dibujados arena y un puntito negro.
Ibrahim lo miró a los ojos, se sacó el turbante y le dijo al oído:
- Insensible, esa es la semilla; sólo hace falta que la riegues.
Manuel Rovira
Me encantó... es algo tan fácil y a la vez tan difícil...
ResponderEliminarEXCELENTE!!!! QUE MENSAJE!!!!!
ResponderEliminar