el último trago
la mirada perdida
una pregunta:
tres puntos suspensivos
una rambla distante
con su palmera
su arena
su mate lejano
su rumor de murga
y los garabatos que la rememoran
hilvanando en qué momento pasaste a ser 'allá'
la puta que te extraño
pedazo de suelo
patria difusa
hogar de mis paraísos
mi polvo
a tu polvo
y que en la esquina de 18 y Andes
se vuelva misterio
y te lleve conmigo peinando las olas de playa Pocitos
puta que te extraño
pedazo de suelo
patria de mi infancia
si me soplaras desaparecería
Manuel Rovira
Berazategui, octubre 2011
jueves, 6 de octubre de 2011
miércoles, 10 de agosto de 2011
«Estar conectado» y otros cuentos que me contaron
Recién, mientras bajaba el almuerzo en el laburo, leí el blog de un amigo sobre la propia escritura, las redes sociales y su relación con sus usuarios más bien domésticos, en este caso sus compañeros, contactos cibernéticos y lectores de ocasión. Y pensé en la casi total ausencia de tiempo que hoy dedicamos a nuestros amigos si no es a través de un celular, computadora o similares.
Al margen de lo impersonal de un chat respecto a una conversación cara a cara, al margen de lo frío de un mail en relación a una carta, al margen incluso de cualquier ícono o emoticón con que podamos llenar el páramo de cuadros de texto vacíos de una pantalla: hoy nada nos distancia tanto como lo que nos vendieron pretendiendo unirnos.
Los estados de Msn, luego el Facebook y el Twitter, son herencia de los graffittis y las banderas de nuestra adolescencia. El fin es el mismo: gritar "préstenme atención", "estoy acá", "¡existo!". La exaltación del ego y los pequeños hedonismos hijos de los tiempos modernos -y me siento un viejo utilizando el término- jamás encontraron su complemento natural en forma tan sencilla como a través de esta manifestación más cercana al click que al abrazo.
¿De qué compañera hablamos? pues de la soledad, por supuesto. Del deseo de sentirse querido, de ser alguien en la sociedad infernal de los medios orwellianos donde -parafraseando a Borges- un hombre no es todos los hombres, sino que no es ninguno: apenas un grito de auxilio buscando llamar la atención por encima de las bocinas y los colores de un mundo que cada vez nos pertenece menos.
La reclusión autoinfringida en nuestros propios universos de 71 canales y banda ancha nos hacen sentir más seguros delante del chupete brillante que entre los brazos del ser amado. Y es ahí donde está la paradoja: porque nada buscamos en el fondo sino sentirnos más queridos, asegurarnos el cariño, el aplauso o la admiración del otro; el mismo que se nos dificulta abrazar con la laptop en la falda y el mp3 al mango, tal vez porque encima nos interrumpe el mensaje que estamos mandando a otro reflejo de persona, a otro link con nombre y apellido que busca llenar su vacío con más vacío.
Y le contesto a mi amigo Martín: ¿será por esto que escribimos?
Tal vez
Manuel Rovira
Al margen de lo impersonal de un chat respecto a una conversación cara a cara, al margen de lo frío de un mail en relación a una carta, al margen incluso de cualquier ícono o emoticón con que podamos llenar el páramo de cuadros de texto vacíos de una pantalla: hoy nada nos distancia tanto como lo que nos vendieron pretendiendo unirnos.
Los estados de Msn, luego el Facebook y el Twitter, son herencia de los graffittis y las banderas de nuestra adolescencia. El fin es el mismo: gritar "préstenme atención", "estoy acá", "¡existo!". La exaltación del ego y los pequeños hedonismos hijos de los tiempos modernos -y me siento un viejo utilizando el término- jamás encontraron su complemento natural en forma tan sencilla como a través de esta manifestación más cercana al click que al abrazo.
¿De qué compañera hablamos? pues de la soledad, por supuesto. Del deseo de sentirse querido, de ser alguien en la sociedad infernal de los medios orwellianos donde -parafraseando a Borges- un hombre no es todos los hombres, sino que no es ninguno: apenas un grito de auxilio buscando llamar la atención por encima de las bocinas y los colores de un mundo que cada vez nos pertenece menos.
La reclusión autoinfringida en nuestros propios universos de 71 canales y banda ancha nos hacen sentir más seguros delante del chupete brillante que entre los brazos del ser amado. Y es ahí donde está la paradoja: porque nada buscamos en el fondo sino sentirnos más queridos, asegurarnos el cariño, el aplauso o la admiración del otro; el mismo que se nos dificulta abrazar con la laptop en la falda y el mp3 al mango, tal vez porque encima nos interrumpe el mensaje que estamos mandando a otro reflejo de persona, a otro link con nombre y apellido que busca llenar su vacío con más vacío.
Y le contesto a mi amigo Martín: ¿será por esto que escribimos?
Tal vez
Manuel Rovira
miércoles, 15 de junio de 2011
Siete vidas
Su padre cometió un error al ponerle nombre. En un arrebato de inspiración decidió, con la complicidad de su esposa, llamar a su pequeño vástago Luis Máximo. Sí, Luisito Máximo, orgullo de su padre, consentido de mamá, hijo, nieto y bisnieto de Luis Máximo Salazar. Pero lo peor vino después, cuando con el transcurrir de la vida, los partos y las cesáreas nacieron Luis Máximo Segundo, Luis Máximo Tercero y Luis Máximo Cuarto. Claro, qué funcionario iba a negarse a inscribirle a los nenes en el registro del pueblo, si el revólver se adivinaba fácilmente bajo el saco del estanciero catalán.
El día de su cumpleaños decimosegundo le preguntó a su madre por qué no lo anotaron con otro nombre a él o a sus hermanos, y la respuesta fue simple y previsible: “Porque tu padre así lo quiso”. En el fondo, Luis Máximo sabía que después de horas y horas de trabajo de parto en la penumbra de la habitación matrimonial hubiera consentido hasta que le pusiera Chancleto. Pobre Luisa, soportar las diabluras de los cuatro salvajes que tenía por hijos, pasarse años lavando pañales de tela y cosiendo pantalones de rodillas agujereadas, y lo que es peor, llamándolos histérica al grito de “¡Luis Máximo!” y que acudiese a ella el que justo no había hecho nada malo, o que directamente no viniese ninguno de los cuatro.
Cuando murió Luisa a los treinta y cinco años por una sobredosis de Plídex, Luis Máximo padre compró un salón de fotocopias en Montevideo, y con él se trasladó toda la prole de tocayos, incluido el bisabuelo, que alegó ser tan Luis Máximo Salazar como el resto. La vida de ciudad comenzó a hacérseles problemática: su paso por la educación pública fue una larga y agotadora seguidilla de confusiones y explicaciones en vano, y la primera novia del menor habló con toda la familia antes de dar con el Luis Máximo solicitado la única vez que lo llamó por teléfono, tras lo cual fue internada por sus padres en una clínica psiquiátrica, según se supo después; pero la gota que desbordó el vaso fue cuando coincidieron en el Hospital de Clínicas uno de los hermanos y el abuelo: al veterano lo abrieron dos veces sin encontrarle el apéndice, y Luis Máximo Tercero se quedó sin próstata a los catorce años, y debió ser operado de peritonitis en cuanto los médicos advirtieron el error. Esa misma noche hubo reunión en casa de los Salazar, y acordaron hacer algo al respecto: cada Luis Máximo se mudaría a un barrio diferente, estudiaría carreras distintas y se comprometía a evitar todo tipo de contacto entre sí; asimismo, resolvieron dejarle el salón de fotocopias al bisabuelo, ambos a punto de desaparecer del mapa. A la mañana siguiente, cada uno tomó sus pertenencias y abandonó la casa tras despedirse de los otros Salazar, sin un rumbo claro pero con la firme determinación de cumplir lo pactado.
Efectivamente, jamás volvieron a verse.
Esta es la verdadera historia de los Salazar; sin embargo, para el resto de Montevideo la historia es muy otra. Hoy, más de cuarenta años después, Luis Máximo Salazar es un personaje casi mítico de la capital uruguaya. El decir popular narra que en su larguísima existencia fue médico, contador, abogado e ingeniero de sistemas, se dedicó a la apicultura, manejó un taxímetro y hasta tuvo un salón de fotocopias. Su descripción física varía según el barrio, pero todas tienen algunos puntos en común; en lo que sí todos concuerdan es en su solidaridad con los vecinos más ninguneados, a los que, como pocos alguna vez han hecho, ayudó a reafirmar su identidad.
Hace unos meses se supo que una reciente investigación demostró que existen al menos siete cuerpos registrados como el verdadero de Luis Máximo Salazar, por lo que, a instancias del intendente capitalino, se los sepultó en un mismo panteón que cualquiera puede encontrar en el cementerio del Buceo, cuyo epitafio reza sobre el granito: “Aquí descansa Luis Máximo Salazar, doctor, contador, ingeniero, defensor de los don nadie. Hombre múltiple, hombre único”.
Manuel Rovira
viernes, 3 de junio de 2011
Entremés (un cuento con muchas E)
Hace un tiempo me contactaron unos locos de Maldonado diciéndome que habían leído unos cuentos míos en "100%" (otra revista de esa ciudad donde caí de rebote a través de la abuela de una amiga), y que les interesaría publicarlos en la web. Les mandé un par de los pasables, quedaron encantados y ahí quedaron. Después les mandé este cuento y unos haikus espantosos, que coincidieron con el cierre de la sección literaria de dicha web.
Al margen de ese monstruo que jamás debió ser enviado, les comparto "Entremés", una historia de boliche cuya única justificación es la utilización de palabras en las que su única vocal sonora sea precisamente la E. ¿Entendés pebete?
Entremés
Pepe Estévez es el demente de Mercedes. Se cree jefe del Everest, el gerente del Edén. En vez de entretenerse en ver el perenne verde que embellece el vergel, el hereje vende detergente de beber: el “Jerez de reyes”.
De repente, Néber Méndez se bebe el jerez. Se estremece; se le ve levemente verde.
- Debes tres meses. Vete.
Al margen de ese monstruo que jamás debió ser enviado, les comparto "Entremés", una historia de boliche cuya única justificación es la utilización de palabras en las que su única vocal sonora sea precisamente la E. ¿Entendés pebete?
Entremés
Pepe Estévez es el demente de Mercedes. Se cree jefe del Everest, el gerente del Edén. En vez de entretenerse en ver el perenne verde que embellece el vergel, el hereje vende detergente de beber: el “Jerez de reyes”.
- Ven, Néber, ¿pretendes beber?
Néber Méndez es pedrense. Es de tez bereber, lene, terne, de temple; gente decente.
- Échele leche en el meterete ése; desde que me expende ese gel excedente de semen de res, me enfermé. Pereceré este semestre.
- Fermenté gérmenes en el pesebre de Belén, Néber... je je je. ¿Lees?
- Engels, preferentemente.
- Excelente... ¿Eres creyente?
- ¿Eh?
- ¿Crees en el Ser Celeste?
- Cesé de creer en Entes... En el presente, tener fe es ser zen; Sé que reverdecer depende de entender que “envejecer es vencer”.
- ¿Tener el pene endeble es vencer?
- Es menester, Estévez.
- Penetré tres veces el envés de Esther.
- ¡Ejem! Sé de ese célebre entremés.
- Me empeñé en meterle en el retrete... enderecé el pene, le besé, me entreveré, trepé... ¡Le eché tres!
- Eres repelente.
De repente, Néber Méndez se bebe el jerez. Se estremece; se le ve levemente verde.
- Envenené el jerez, vejete.
- Mequetrefe...- Debes tres meses. Vete.
Selene pretende esplender en el éter de Mercedes. Entenebrece.
Manuel Rovira
miércoles, 1 de junio de 2011
De costado
Principio y final tienen las cosas. Y también impasses y regresos. El comienzo en un nuevo laburo y un par de artículos que quedaron a medias y perdieron la gracia al pasar la oportunidad, conspiraron para que este espacio haya quedado temporalmente fuera de servicio.
En el medio pasaron muchas cosas. Bah, ni tanto: Nacional salió campeón con menos de 50' de Tiki-Tiki en todo el campeonato, Peñarol sobrevivió otra semana en la copa apelando a las raíces del fútbol uruguayo -léase táctica murgiélago reload- el Frente Amplio volvió a echar para atrás la ley interpretativa, reapareció el Cuqui Lacalle, se armó flor de quilombo porque el presidente sugirió gravar los latifundios y Uruguay mejoró la imagen según la opinión de la corte periodística deportiva local, aunque haya marchado nuevamente contra Alemania como desde hace más de 80 años. Ah, también reapareció Carini, sigue sin encontrar las manos.
Sin embargo quería llamar la atención sobre una noticia que apareció hoy en la prensa, y que refiere al video emitido por canal 12 sobre unas declaraciones de Mujica. Conviene escucharlas, porque no tienen desperdicio.
Todos sabemos que el Pepe es afecto a este tipo de salidas, y durante años fue acosado por periodistas de radio, tevé y prensa escrita, desesperados por un titular estrafalario. Después le tocó ser presidente, y tanto el tono de sus declaraciones como el afán de sus perseguidores derivaron a mares más tranquilos. Sin embargo, lo que me carcome es qué motiva a este viejo bocón pero sabihondo a lanzarse en forma despiadada a la venta del patrimonio de los orientales, aquel que el tan manoseado Artigas prometió no vender al bajo precio de la necesidad.
¿Es necesario privatizar un patrimonio irrepetible? ¿Es válido vender las joyas de la abuela para contribuir a una solución accesoria como la de los colonos? ¿Se agotaron todas las otras vías de recaudación y financiamiento para tener que llegar a esto?
Hay algo turbio en este tipo de iniciativas, hermanadas a las gestiones que se vienen haciendo por la minera a cielo abierto Aratirí, a pocos kilómetros de distancia. Escucho otra vez este discurso, y parece que lo que molestara de esas "tierras improductivas" es que no paguen impuestos. O mejor dicho, que el Estado no vaya prendido. Si interesa que recaude el Estado, que vayan al contrabando masivo y el tráfico de droga; legalicen, háganse socios, repartan ganancias.
Quiero creer que el que tenemos de presidente está confundido y cansado. O que estuvo en los ranchitos del Cabo y Valizas, y en en ese afán de que el Estado vaya prendido, le pegó de costado.
Manuel Rovira
En el medio pasaron muchas cosas. Bah, ni tanto: Nacional salió campeón con menos de 50' de Tiki-Tiki en todo el campeonato, Peñarol sobrevivió otra semana en la copa apelando a las raíces del fútbol uruguayo -léase táctica murgiélago reload- el Frente Amplio volvió a echar para atrás la ley interpretativa, reapareció el Cuqui Lacalle, se armó flor de quilombo porque el presidente sugirió gravar los latifundios y Uruguay mejoró la imagen según la opinión de la corte periodística deportiva local, aunque haya marchado nuevamente contra Alemania como desde hace más de 80 años. Ah, también reapareció Carini, sigue sin encontrar las manos.
Sin embargo quería llamar la atención sobre una noticia que apareció hoy en la prensa, y que refiere al video emitido por canal 12 sobre unas declaraciones de Mujica. Conviene escucharlas, porque no tienen desperdicio.
Todos sabemos que el Pepe es afecto a este tipo de salidas, y durante años fue acosado por periodistas de radio, tevé y prensa escrita, desesperados por un titular estrafalario. Después le tocó ser presidente, y tanto el tono de sus declaraciones como el afán de sus perseguidores derivaron a mares más tranquilos. Sin embargo, lo que me carcome es qué motiva a este viejo bocón pero sabihondo a lanzarse en forma despiadada a la venta del patrimonio de los orientales, aquel que el tan manoseado Artigas prometió no vender al bajo precio de la necesidad.
¿Es necesario privatizar un patrimonio irrepetible? ¿Es válido vender las joyas de la abuela para contribuir a una solución accesoria como la de los colonos? ¿Se agotaron todas las otras vías de recaudación y financiamiento para tener que llegar a esto?
Hay algo turbio en este tipo de iniciativas, hermanadas a las gestiones que se vienen haciendo por la minera a cielo abierto Aratirí, a pocos kilómetros de distancia. Escucho otra vez este discurso, y parece que lo que molestara de esas "tierras improductivas" es que no paguen impuestos. O mejor dicho, que el Estado no vaya prendido. Si interesa que recaude el Estado, que vayan al contrabando masivo y el tráfico de droga; legalicen, háganse socios, repartan ganancias.
Quiero creer que el que tenemos de presidente está confundido y cansado. O que estuvo en los ranchitos del Cabo y Valizas, y en en ese afán de que el Estado vaya prendido, le pegó de costado.
Manuel Rovira
martes, 10 de mayo de 2011
Al-Qaeda duda de la veracidad de nuevos videos
MONTEVIDEO, AFP-. En las últimas horas de la noche kuwaití, el sitio Shumuj al-Islam difundió la existencia de un comunicado del grupo terrorista donde pone en duda la veracidad de dos videos que circularon en los últimos días en altas esferas del país sudamericano.
La misiva alude al video donde supuestos militares uruguayos retirados hacen amenazas al gobierno y la Suprema Corte de Justicia, en caso de que prosigan los juicios a oficiales que participaron de delitos de lesa humanidad en las décadas de los '70 y '80. El grupo islámico afirma que la cinta fue ideada por el Pentágono a pedido de Hillary Clinton, quien estaría re caliente con las declaraciones del senador Saravia. "Nuestro grupo apoya al compañero Bonomi, con quien no solo compartimos la barba, sino también su claridad de lenguaje", diría el comunicado.
Por otra parte, Al-Qaeda se refiere a los videos difundidos por la empresa Tenfield, de quien sospecha en primera instancia por su origen judío y en segundo lugar por la sola presencia de Sergio Gorszy. "En el gol del Morro podemos estar de acuerdo, pero en la jugada del Lolo hay un offside de 5 varas."
El presidente José Mujica restó importancia al comunicado, diciendo que "esta fuerza política fue forjada por barbudos, no nos vamos a venir a espantar ahora por cualquier cosa. Para tirabombas ya tenemos a Marenales", finalizó el mandatario.
La misiva alude al video donde supuestos militares uruguayos retirados hacen amenazas al gobierno y la Suprema Corte de Justicia, en caso de que prosigan los juicios a oficiales que participaron de delitos de lesa humanidad en las décadas de los '70 y '80. El grupo islámico afirma que la cinta fue ideada por el Pentágono a pedido de Hillary Clinton, quien estaría re caliente con las declaraciones del senador Saravia. "Nuestro grupo apoya al compañero Bonomi, con quien no solo compartimos la barba, sino también su claridad de lenguaje", diría el comunicado.
Por otra parte, Al-Qaeda se refiere a los videos difundidos por la empresa Tenfield, de quien sospecha en primera instancia por su origen judío y en segundo lugar por la sola presencia de Sergio Gorszy. "En el gol del Morro podemos estar de acuerdo, pero en la jugada del Lolo hay un offside de 5 varas."
El presidente José Mujica restó importancia al comunicado, diciendo que "esta fuerza política fue forjada por barbudos, no nos vamos a venir a espantar ahora por cualquier cosa. Para tirabombas ya tenemos a Marenales", finalizó el mandatario.
jueves, 5 de mayo de 2011
Ganar está después
Del otro lado del río de plata marrón, por estas horas arranca su segundo año de vida la murga de mis amigos; con algunas bajas, otras altas y muchas ganas como siempre, un número indeterminado de yoruguas se reúne en la plaza que homenajea a Líber Seregni para tomar unos mates, tal vez una cerveza y seguramente una grappamiel, juntar coraje y reestrenar oficialmente las gargantas de cara a un nuevo encuentro de murga joven, en el por ahora lejano noviembre.
A modo de abrazo y flaco homenaje, va la canción final del espectáculo 2010 de Guarda la Tosca Murga. ¡Salud!
A modo de abrazo y flaco homenaje, va la canción final del espectáculo 2010 de Guarda la Tosca Murga. ¡Salud!
Hoy se dice que nuestra murga
es la divisional
de formativa de febrero
del otro carnaval
el del teatro de verano
que es cierto está de más
pero con plata de por medio
celo y rivalidad
pa mí la murga es otra cosa
no es fácil de entender
tamos cansados de fayutos
que dicen otra vez
'los felicito cómo cantan,
genial ese cuplé'
y luego te critican feo
en foros de internet
nosotros somos murga joven
gorriones con disfraz
y no queremos que nos roben
migas de libertad
lo que no mata te hace fuerte
es cierto y ya nos ves
hoy somos todos como hermanos
ganar está después...
Letra: Manuel Rovira
Música: Fernando Cabrera "El tiempo está después"
martes, 3 de mayo de 2011
Historia universal de la infamia
Con ese nombre tituló Borges un libro de cuentos publicado por primera vez en 1935. El hilo conductor de los relatos es la narración más o menos ficcionada de crímenes históricos, haciendo lo que hoy llamaríamos una obra -una película, una novela- "basada en hechos reales".
De la misma manera, la actualidad nos enfrenta a un autor de la historia oficial que nos llega a través de la prensa, que no encuentra problemas en tergiversar o inventar los sucesos que sean necesarios con el fin de generar corrientes de opinión y pensamiento medianamente uniformes a lo largo y ancho del globo.
Los antecedentes de EE.UU. no son precisamente buenos en lo que refiere a veracidad de la información: supuestos "ataques" a navíos estadounidenses fueron el argumento utilizado para propiciar la guerra ante España por Cuba, Puerto Rico y Filipinas (1898), Vietnam del Norte (1964) y su participación en dos guerras mundiales (1917 y 1941); más cerca en el tiempo, el atentado de dudoso origen al WTC de Nueva York (2001) y las "armas de destrucción masiva" iraquíes (2003).
La muerte de Osama bin Laden fue presentada en forma tan propicia para los intereses imperiales que sus detalles resultan difíciles de creer: no hay fotos del cadáver (sólo una, trucha), el muerto fue tirado al mar (se me vienen a la cabeza imágenes rioplatenses de los '70: desapareció el problema, literalmente), segundos antes de morir el árabe se valió de una de sus esposas como escudo humano (malo, malo, malo) y dejó un testamento en que aconseja a sus hijos abandonar los atentados y bajo ningún concepto seguir su camino (¿escucharon, jóvenes musulmanes loquitos?). Y claro, deja a Obama excelentemente perfilado como candidato para las elecciones del año próximo, aparte de recordarnos a nosotros el resto del mundo quién es el pueblo elegido para velar por nuestra seguridad y la paz mundial.
Dios quiera que sigamos importando petróleo y que el agua tarde en volverse lo suficientemente escasa como para que venga alguien a decirnos en otro idioma cómo tenemos que conservarla. Que sigamos siendo fútbol, playa, gauchos, mate, asado, carnaval y Punta del Este. Por favor.
Ya habrá tiempo para otro capítulo en la Historia universal de la infamia.
Manuel Rovira
De la misma manera, la actualidad nos enfrenta a un autor de la historia oficial que nos llega a través de la prensa, que no encuentra problemas en tergiversar o inventar los sucesos que sean necesarios con el fin de generar corrientes de opinión y pensamiento medianamente uniformes a lo largo y ancho del globo.
Los antecedentes de EE.UU. no son precisamente buenos en lo que refiere a veracidad de la información: supuestos "ataques" a navíos estadounidenses fueron el argumento utilizado para propiciar la guerra ante España por Cuba, Puerto Rico y Filipinas (1898), Vietnam del Norte (1964) y su participación en dos guerras mundiales (1917 y 1941); más cerca en el tiempo, el atentado de dudoso origen al WTC de Nueva York (2001) y las "armas de destrucción masiva" iraquíes (2003).
La muerte de Osama bin Laden fue presentada en forma tan propicia para los intereses imperiales que sus detalles resultan difíciles de creer: no hay fotos del cadáver (sólo una, trucha), el muerto fue tirado al mar (se me vienen a la cabeza imágenes rioplatenses de los '70: desapareció el problema, literalmente), segundos antes de morir el árabe se valió de una de sus esposas como escudo humano (malo, malo, malo) y dejó un testamento en que aconseja a sus hijos abandonar los atentados y bajo ningún concepto seguir su camino (¿escucharon, jóvenes musulmanes loquitos?). Y claro, deja a Obama excelentemente perfilado como candidato para las elecciones del año próximo, aparte de recordarnos a nosotros el resto del mundo quién es el pueblo elegido para velar por nuestra seguridad y la paz mundial.
Dios quiera que sigamos importando petróleo y que el agua tarde en volverse lo suficientemente escasa como para que venga alguien a decirnos en otro idioma cómo tenemos que conservarla. Que sigamos siendo fútbol, playa, gauchos, mate, asado, carnaval y Punta del Este. Por favor.
Ya habrá tiempo para otro capítulo en la Historia universal de la infamia.
Manuel Rovira
lunes, 2 de mayo de 2011
Acerca del adiós
Uno siempre se está yendo, alejándose de algo y llegando a otro sitio. La constante es la partida y el adiós. Uno nunca vuelve al mismo sitio ni se encuentra con las mismas personas que dejó una vez en el andén o la terminal. Cada atardecer se lleva un sol que no vuelve, cada adiós es definitivo.
Algunos somos más conscientes que otros de esta realidad, y simplemente esperamos encontrarnos con lugares y personas no demasiado distintos a los que alguna vez dejamos para siempre. Una arruga, el crecimiento del pelo y el paso del recolector de basura son señales claras e inexorables de esto.
El reencuentro con estos seres se vuelve fatal, pero sólo es posible en el interior de nuestra croqueta. Todo un tema para meditar mientras se nos va ese 107 que tanto esperamos por haber entrado al kiosco a comprar unos puchos o en el preciso instante en que mandamos un mail que no leímos.
No sé por qué, te espero igual.
Manuel Rovira
agosto 2007
viernes, 29 de abril de 2011
La Boda Irreal
Desde hace varios días que toda persona con algo de contacto con los medios de comunicación masivos está al tanto de la boda de uno de los herederos de la corona británica y de la gigantesca cobertura en vivo del evento que finalmente se llevó a cabo esta mañana, según el huso horario rioplatense.
Todos sabíamos que hoy William -el Guille, digamos- y Kate -la Catalina... bueno, continuemos llamándola Kate, mejor- se convertirían en el centro del mundo, dejando de lado aburridísimas noticias como la cantidad de muertos que hubo esta semana en Libia, el debate por la imputabilidad de los menores y el empate de Peñarol ayer en el estadio.
Siempre me llamó la atención la complacencia de la opinión pública para con la realeza europea. Al margen del hecho de que seamos descendientes de plebeyos cuya cultura estuvo marcada transversalmente por la primacía de la monarquía como cabeza del Estado y fiel representante de la nacionalidad, y la analogía sencilla del casamiento real con los más tradicionales cuentos de hadas -de origen similar, por cierto- uno podría reconocer en los criollos el mismo sentimiento antimonárquico que llevó a pelear por la independencia de nuestras tierras hace dos siglos, basado en cierta convicción democrática y que "naides es más que naides": nadie tiene coronita -precisamente- y de hecho así lo consagra nuestra Constitución en dos de sus primeros artículos.
Pocos criollos en este lado del mundo aceptarían un rey ni un cuerpo de nobleza. Sin embargo, a la hora de las noticias y las pompas de esta clase de eventos, la gente acude a la fiesta encandilada por ese mundo de fantasía sólo posible para unos elegidos y más accesible a través de los cuentos infantiles con los que empezaron a formar nuestros conceptos.
Desde este lado del río, hoy miraba un canal de noticias desde la sala de espera de un consultorio. La pantalla se dividía al medio mostrando a la vez dos noticias que no podían ser más distintas. La tan mentada boda real a todo trapo con detalles del beso entre los nuevos cónyuges reales de un lado, la 9 de Julio cortada por miles de sindicalistas posicionándose para asistir al acto del 1º de mayo y escuchar el discurso de Moyano del otro. Los unos, en la comodidad y la pompa del primer mundo; los otros, agrupados por reivindicar los derechos de quienes no perciben lo mínimo para llevar una vida digna. Unos entre castillos y esculturas enchapadas en oro por sus antepasados; otros, bisnietos y tataranietos de quienes colaboraron sin más remedio con la grandeza de tales edificios. Ambos acudiendo en masa a un suceso fugaz en el que se identifican y en el cual depositan algunas de sus más cifradas esperanzas.
De repente, se abre el plano en la toma que enfoca a los manifestantes de avenida 9 de Julio y se ve de frente todo el escenario. A los costados del estrado donde se reunirá la plana mayor de sindicalistas de todas las provincias se levantan dos gigantografías de Evita y Juan Domingo Perón en blanco y negro solemne y envueltas en motivos patrios.
Las dos noticias no podían ser más similares.
Dios salve a la Reina
Manuel Rovira
Todos sabíamos que hoy William -el Guille, digamos- y Kate -la Catalina... bueno, continuemos llamándola Kate, mejor- se convertirían en el centro del mundo, dejando de lado aburridísimas noticias como la cantidad de muertos que hubo esta semana en Libia, el debate por la imputabilidad de los menores y el empate de Peñarol ayer en el estadio.
Siempre me llamó la atención la complacencia de la opinión pública para con la realeza europea. Al margen del hecho de que seamos descendientes de plebeyos cuya cultura estuvo marcada transversalmente por la primacía de la monarquía como cabeza del Estado y fiel representante de la nacionalidad, y la analogía sencilla del casamiento real con los más tradicionales cuentos de hadas -de origen similar, por cierto- uno podría reconocer en los criollos el mismo sentimiento antimonárquico que llevó a pelear por la independencia de nuestras tierras hace dos siglos, basado en cierta convicción democrática y que "naides es más que naides": nadie tiene coronita -precisamente- y de hecho así lo consagra nuestra Constitución en dos de sus primeros artículos.
Pocos criollos en este lado del mundo aceptarían un rey ni un cuerpo de nobleza. Sin embargo, a la hora de las noticias y las pompas de esta clase de eventos, la gente acude a la fiesta encandilada por ese mundo de fantasía sólo posible para unos elegidos y más accesible a través de los cuentos infantiles con los que empezaron a formar nuestros conceptos.
Desde este lado del río, hoy miraba un canal de noticias desde la sala de espera de un consultorio. La pantalla se dividía al medio mostrando a la vez dos noticias que no podían ser más distintas. La tan mentada boda real a todo trapo con detalles del beso entre los nuevos cónyuges reales de un lado, la 9 de Julio cortada por miles de sindicalistas posicionándose para asistir al acto del 1º de mayo y escuchar el discurso de Moyano del otro. Los unos, en la comodidad y la pompa del primer mundo; los otros, agrupados por reivindicar los derechos de quienes no perciben lo mínimo para llevar una vida digna. Unos entre castillos y esculturas enchapadas en oro por sus antepasados; otros, bisnietos y tataranietos de quienes colaboraron sin más remedio con la grandeza de tales edificios. Ambos acudiendo en masa a un suceso fugaz en el que se identifican y en el cual depositan algunas de sus más cifradas esperanzas.
De repente, se abre el plano en la toma que enfoca a los manifestantes de avenida 9 de Julio y se ve de frente todo el escenario. A los costados del estrado donde se reunirá la plana mayor de sindicalistas de todas las provincias se levantan dos gigantografías de Evita y Juan Domingo Perón en blanco y negro solemne y envueltas en motivos patrios.
Las dos noticias no podían ser más similares.
Dios salve a la Reina
Manuel Rovira
jueves, 28 de abril de 2011
Esperanza
Pintó nostalgia... cuento del año 2001 para un concurso que organizó el bar La Estada... El cuento fue publicado en Montevideo en la antología que recogió los trabajos ganadores de ese certamen, y un par de años más tarde en Valencia (España), en la antología de otro concurso de 'cuentos por la paz', organizado por la Cruz Roja de la Comunitat.
Esperanza
Esperanza
Así como a algunos les gusta dibujar flores o personas sonriendo, a Ibrahim le gustaba dibujar ideas, pintar sentimientos; quizás fuera porque eso era lo único que le quedaba, aparte de una barriga que dos por tres crujía de hambre. La 'guerra santa' había borrado las pocas sonrisas que quedaban, y los tanques israelíes aplastaron las escasas flores que sobrevivían al clima árido de Jerusalén.
Por aquel entonces Ibrahim andaba rondando los trece años; no obstante su corta edad, ya se había planteado más de una vez las mismas interrogantes, sin que nadie pudiera responderle. No le cabía en la cabeza que una ciudad cuna de dos religiones que encuentran en la paz y el amor al prójimo sus máximos propósitos, se autoconsumiera con guerras eternas y un odio fanático hacia quien no sea del mismo credo. Menos que menos le cerraba eso de “luchar por la paz”, algo tan incongruente como fornicar por la virginidad.
Así fue que se despertó una mañana decidido a dibujar la paz de la mejor manera posible. Buscó una buena pared donde plasmar su obra, y la encontró detrás de un almacén. Sacó sus crayolas y se puso a pintar.
- Ya está -se dijo satisfecho al rato contemplando su creación. Lentamente, un minusválido israelí se le acercó, y tras hacer una pausa le preguntó:
- ¿Puedo saber cómo se titula lo que pintaste ahí?
- “La paz”- contestó sin vacilar.
- Disculpame, pero ahí yo sólo veo dibujados arena y un puntito negro.
Ibrahim lo miró a los ojos, se sacó el turbante y le dijo al oído:
- Insensible, esa es la semilla; sólo hace falta que la riegues.
Manuel Rovira
miércoles, 27 de abril de 2011
Los linyeras
En tiempos de Perón, dicen, obtener la residencia en Argentina era cuestión de mostrar la cédula y salir en el día con los papeles. Más cercano en el tiempo, existía un sistema descentralizado en donde el inmigrante podía elegir dónde tramitar sus papeles, y de hecho no se ponían trabas para otorgar el número de seguro social, imprescindible para acceder a un trabajo formal. Desde hace un par de años, no obstante, rige un curioso régimen que se promociona simplificado y accesible, pero obliga en la práctica a que cualquier extranjero con intenciones de radicarse al occidente del Río Uruguay tenga que permanecer en la informalidad por un lapso de entre cinco y seis meses.
Ayer me surgió una posibilidad laboral, para la cual me pedían tan solo que tramitara un número de CUIL, algo así como la identificación ante Anses ("el BPS" argentino). En la oficina me advirtieron que dan 100 números todos los días a partir de las 7 de la mañana, y que sería bastante inteligente de mi parte ir a hacer la fila no menos de una hora antes. A las 4:30 a.m. sonó mi despertador. Apronté el mate y salí en plena noche hacia la oficina pública, a metros de las vías del tren.
El panorama al llegar era desolador; gente tapada con cartones y frazadas, muchos de rasgos aindiados y hasta con algunas criaturas de semanas, con suerte meses. Recorrí la fila desde la puerta de la oficina cerrada a cal y canto, conté 68 personas antes de mí y me senté a esperar, justo donde la hilera humana dobla la esquina. Afuera el frío, el estreno 2011 de la bufanda y los mates casi hirviendo para templar el cuerpo en la larga espera de la madrugada. El silencio lo envuelve todo, interrumpido por un rumor lejano que pronto se transforma en mar de ruidos con la arremetida del tren deteniéndose en la cercana estación de Berazategui. Apenas pasa media hora, la fila crece y ya alcanza otra media cuadra. El 159 y el 300 doblan a una velocidad impensada por las calles angostas del centro, pasando a centímetros de donde duermen sentadas las dos gárgolas que hasta hace unos minutos eran abuelos haciendo la cola.
El mate comienza a lavarse, el tiempo apenas gotea y trato de distraerme jugando en el celular. Un perro se detiene delante mío y me observa. Lo miro y mantiene la mirada a un metro de mí, como queriéndome decir algo. Seguramente sospecha el paquete de galletas que tengo en la mochila. Se echa y vuelve a mirarme, pasa un minuto y se va. Cuando vuelvo a levantar la vista hay un tipo desparramado en la vereda de enfrente. Nadie se mueve. Pasan dos pibes por al lado y se ríen entre ellos. La escena se repite con otros hombres que lo esquivan para no pisarlo.
- Ah tenés sueño, lindo lugar pibe
La gente de la fila ahora sí lo mira, a pesar de sus propiedades aparentemente invisibles. Está en una posición rara y no se mueve. Se acerca una señora y luego un tipo. Nadie hace nada. Un mamado, dice otro. Al rato pasa un patrullero y sigue de largo a ritmo parsimonioso. Una mujer abandona la fila y pide que le avisen a alguien. El patrullero se va y vuelve a los cinco minutos. Baja el policía joven y le habla al tumbado como a un niño que no quiere ir a la escuela. Le hace señas al otro oficial que baja y lo examina a distancia. Habla por celular y rodea el lugar con una cinta de nailon rota que ya fue usada en otra oportunidad. Llega una ambulancia, lo revisan, hacen gestos. La ambulancia se va sin llevarse al que ahora se sabe que está muerto. El policía viejo le pone una bolsa de basura sobre el cuerpo y todo sigue como si nada.
La fila avanza y se moviliza por el morbo, empiezan a oirse comentarios de los que hace horas compartían su vida sin intercambiar una palabra. Uno dice que lo vio caerse solo, otros -la mayoría- que apareció de la nada, como nunca se ven los linyeras a los que se los mira sin ver. Se asoma un vendedor de turnos ofreciendo su lugar en la fila a cambio de $ 40, dice que pasó toda la noche para sacar unos pesos. A él tampoco lo han visto según parece.
Una hora más tarde por fin vino alguien a retirar el cuerpo. En la vereda de enfrente aguardaban para abrir sus locales los infortunados comerciantes, trastocados por ese insalvable escollo. Al retirarse la policía y una segunda ambulancia encargada de trasladar de sitio el problema se oyeron chirriar las cortinas metálicas de los negocios y a sus dueños colocar en su frente los pizarrones de ofertas. Uno de ellos, a diez metros del lugar donde el destino había alcanzado a un tipo dos horas antes, decía lacónicamente "Fiambrería".
Tampoco tuve suerte en el trámite. Pero esa ya es otra historia.
Manuel Rovira
Ayer me surgió una posibilidad laboral, para la cual me pedían tan solo que tramitara un número de CUIL, algo así como la identificación ante Anses ("el BPS" argentino). En la oficina me advirtieron que dan 100 números todos los días a partir de las 7 de la mañana, y que sería bastante inteligente de mi parte ir a hacer la fila no menos de una hora antes. A las 4:30 a.m. sonó mi despertador. Apronté el mate y salí en plena noche hacia la oficina pública, a metros de las vías del tren.
El panorama al llegar era desolador; gente tapada con cartones y frazadas, muchos de rasgos aindiados y hasta con algunas criaturas de semanas, con suerte meses. Recorrí la fila desde la puerta de la oficina cerrada a cal y canto, conté 68 personas antes de mí y me senté a esperar, justo donde la hilera humana dobla la esquina. Afuera el frío, el estreno 2011 de la bufanda y los mates casi hirviendo para templar el cuerpo en la larga espera de la madrugada. El silencio lo envuelve todo, interrumpido por un rumor lejano que pronto se transforma en mar de ruidos con la arremetida del tren deteniéndose en la cercana estación de Berazategui. Apenas pasa media hora, la fila crece y ya alcanza otra media cuadra. El 159 y el 300 doblan a una velocidad impensada por las calles angostas del centro, pasando a centímetros de donde duermen sentadas las dos gárgolas que hasta hace unos minutos eran abuelos haciendo la cola.
El mate comienza a lavarse, el tiempo apenas gotea y trato de distraerme jugando en el celular. Un perro se detiene delante mío y me observa. Lo miro y mantiene la mirada a un metro de mí, como queriéndome decir algo. Seguramente sospecha el paquete de galletas que tengo en la mochila. Se echa y vuelve a mirarme, pasa un minuto y se va. Cuando vuelvo a levantar la vista hay un tipo desparramado en la vereda de enfrente. Nadie se mueve. Pasan dos pibes por al lado y se ríen entre ellos. La escena se repite con otros hombres que lo esquivan para no pisarlo.
- Ah tenés sueño, lindo lugar pibe
La gente de la fila ahora sí lo mira, a pesar de sus propiedades aparentemente invisibles. Está en una posición rara y no se mueve. Se acerca una señora y luego un tipo. Nadie hace nada. Un mamado, dice otro. Al rato pasa un patrullero y sigue de largo a ritmo parsimonioso. Una mujer abandona la fila y pide que le avisen a alguien. El patrullero se va y vuelve a los cinco minutos. Baja el policía joven y le habla al tumbado como a un niño que no quiere ir a la escuela. Le hace señas al otro oficial que baja y lo examina a distancia. Habla por celular y rodea el lugar con una cinta de nailon rota que ya fue usada en otra oportunidad. Llega una ambulancia, lo revisan, hacen gestos. La ambulancia se va sin llevarse al que ahora se sabe que está muerto. El policía viejo le pone una bolsa de basura sobre el cuerpo y todo sigue como si nada.
La fila avanza y se moviliza por el morbo, empiezan a oirse comentarios de los que hace horas compartían su vida sin intercambiar una palabra. Uno dice que lo vio caerse solo, otros -la mayoría- que apareció de la nada, como nunca se ven los linyeras a los que se los mira sin ver. Se asoma un vendedor de turnos ofreciendo su lugar en la fila a cambio de $ 40, dice que pasó toda la noche para sacar unos pesos. A él tampoco lo han visto según parece.
Una hora más tarde por fin vino alguien a retirar el cuerpo. En la vereda de enfrente aguardaban para abrir sus locales los infortunados comerciantes, trastocados por ese insalvable escollo. Al retirarse la policía y una segunda ambulancia encargada de trasladar de sitio el problema se oyeron chirriar las cortinas metálicas de los negocios y a sus dueños colocar en su frente los pizarrones de ofertas. Uno de ellos, a diez metros del lugar donde el destino había alcanzado a un tipo dos horas antes, decía lacónicamente "Fiambrería".
Tampoco tuve suerte en el trámite. Pero esa ya es otra historia.
Manuel Rovira
martes, 26 de abril de 2011
El naufragio
Comienzo tienen las cosas, y parte de ellas tienen que ver con un hecho preciso. Un accidente, una conversación, la salida del sol: todo sirve de disparador a una catarata de sucesos irreversibles. La partida de la tierra amada, la espera del técnico de la computadora y la sutil pero insistente comida de cabeza de parte de un ser querido propiciaron que este simple mortal haya caído en las garras del blog.
«Ah cómo, ¿no tenés blog?» me dice un amigo por msn. Desde este lado del río intuyo su gesto azorado y me limito a contestar que no, que me era suficiente tener Facebook como para sumar otro cadáver más al cementerio de elefantes cibernético donde yacen el ICQ, el foro de Terra y varios Fotolog's. El argumento no fue suficiente, y decidí leer los blogs de algunos amigos. "Después de todo no está tan mal, es gratis y me puedo borrar cuando quiera" -grueso error- dijo una voz en mi conciencia. La carne es débil y el dedo también, porque instantes después ya estaba ingresando usuario, contraseña y a un paso de volverme eso que llaman blogger. Ni Dios permita.
Embarcado ya en esto, la idea es postear una serie de comentarios y anécdotas sobre el diario vivir, el acontecer nacional -siempre quise decir eso- y hasta algunas cuestiones culturales. El lector habitual tendrá la desgracia de toparse con algunos textos de mi autoría que andan por ahí en la vuelta agarrados a los tablones de este naufragio en barrosas aguas extranjeras.
Bienvenidos. Pasen y vean.
Manuel Rovira
«Ah cómo, ¿no tenés blog?» me dice un amigo por msn. Desde este lado del río intuyo su gesto azorado y me limito a contestar que no, que me era suficiente tener Facebook como para sumar otro cadáver más al cementerio de elefantes cibernético donde yacen el ICQ, el foro de Terra y varios Fotolog's. El argumento no fue suficiente, y decidí leer los blogs de algunos amigos. "Después de todo no está tan mal, es gratis y me puedo borrar cuando quiera" -grueso error- dijo una voz en mi conciencia. La carne es débil y el dedo también, porque instantes después ya estaba ingresando usuario, contraseña y a un paso de volverme eso que llaman blogger. Ni Dios permita.
Embarcado ya en esto, la idea es postear una serie de comentarios y anécdotas sobre el diario vivir, el acontecer nacional -siempre quise decir eso- y hasta algunas cuestiones culturales. El lector habitual tendrá la desgracia de toparse con algunos textos de mi autoría que andan por ahí en la vuelta agarrados a los tablones de este naufragio en barrosas aguas extranjeras.
Bienvenidos. Pasen y vean.
Manuel Rovira
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